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miércoles, 12 de mayo de 2010

A 12 COTILLONES DE SER MI PROPIO JEFE


Si, soy mi propio jefe. Salgo del gimnasio a las 9:30, ahora puedo elegir la hora que quiera para hacer ejercicio, tomar un café, poner mis reuniones, ir o no a trabajar en la mañana o en la tarde.


Camino del gimnasio a casa con una amiga, ninguna de las dos tiene planes particulares, o al menos eso creía hasta cuando me entro un mensaje al celular recordándome que a las 10 nos veíamos en mi tienda, para escoger los 12 cotillones como habíamos quedado. Terror por un instante, queee? Miro el reloj, faltan poco menos de 20 minutos!. Si, ahora recordaba, debía venir preparada a quedarme, la llave!!, traigo la llave de la tienda? No abrimos hasta las 11 am y no hay quien me abra la puerta… Estoy cerca, a menos de 1 cuadra de la tienda, caminando, pero a 4 cuadras de la llave, de mi casa.

Mi tienda es en realidad una librería infantil, la llamo tienda porque tiene de todo, montones de cuentos de todos los temas y editoriales infantiles que encuentro, juegos didácticos tradicionales en madera, juegos de mesa y montones de cosas para hacer manualidades, plastilinas, masa flexible, tijeras, colores, marcadores, todo de mil colores, en cestas y cubos para explorar y elegir. En un sentido amplio, es una tienda de regalos para niños pero concebida bajo la idea de estimular el aprendizaje a través de la lectura, del juego y las manualidades.

Vengo sudada, vestida en mono, no tengo plan para la mañana ni ganas de trabajar. Queria seguir caminando y conversando, hasta detenernos a desayunar un rato. En lugar de eso, me despido de mi amiga con cara de cambio de planes y sigo apuradísima a mi casa a buscar la llave.

Al llegar a la tienda, pocos minutos antes de la hora prevista, me encuentro con el aire mas caliente posible a esas horas de la mañana, el CC no ha encendido aun el aire, hay emergencia eléctrica, por eso no abrimos hasta las 11, a esa hora prenderán el aire, Enciendo el ventilador de torre último modelo q compre para cuando se va la luz. Sigue haciendo un calor insoportable.

Voy a revisar atrás, donde la tienda tiene un espacio para oficina, un closet lleno de mas cosas y el bano, también lleno de cosas… Quiero tener una idea clara de cuantas cosas hay de lo que me supongo puede gustarle a esta mama para sus cotillones. Me encuentro con una torre de pufs caída, cubierta de porta-cuentos de tela y otras cuantas cosas que ni siquiera se distinguen en la oscuridad, hay emergencia eléctrica, no puede encender todas las luces, el closet imposible de abrir.

Regreso y me encuentro con la mama en la puerta, lista para entrar y comenzar a explorar. Yo no estoy lista, quisiera dejarla afuera, hacer que no la he visto y seguir intentando establecer algún orden antes de que entre, pero no se puede, tenemos una cita, está afuera esperando. Abro resignada la puerta, saludo con el mejor ánimo que encuentro y le explico del calor, las luces y la emergencia eléctrica. Ella me escucha por educación pero no me mira, mira a su alrededor, comienza a tocar, a buscar sin coherencia, mira libros, se cambia a las manualidades, suelta unos marcadores y revisa los juegos, mientras sigue mirando a todas partes, esta como en trance, lo quiere ver todo a la vez, no parece importarle el calor, no se preocupa por la falta de luz.

Mientras ella explora yo vuelvo atrás, tengo que poder abrir el closet, en poco rato se decide por algo que tengo que ir a buscar allí a ver cuántos tengo y yo con el closet tapiado, como se lo voy a explicar? Muevo la torre, se me caen las cosas al piso y como están en bolsas de celofán para que no se ensucien y se vean mas ordenadas, hacen un ruido estrepitoso. La clienta no se inmuta, habla sola, le encanta la tienda, todo está bellísimo, no sabe que escoger porque hay tantas cosas que pueden gustarle a los amiguitos de su bebe…

Logro reorganizar la torre caída, abren las puertas del closet. Me sigo preguntando como es posible que el sábado, que es un día tranquilo, no hayan ordenado las muchachas ni la torre de puf y cosas, ni mucho menos el closet por dentro. Justo entonces, escucho que la puerta de la tienda se abre, suenan las campanitas que cuelgan de la manilla para avisar. Es Lisbeth, llega unos minutos antes de las 11, no suficientes para limpiar y prepararse para abrir, pero llega; y es Lunes, es probable que deba contentarme por eso.

La clienta sigue, casi no se percata de Lisbeth, las presento y aunque tengo mil cosas que decirle a Lisbeth, solo le sonrío y le doy un beso y continúo atendiendo a la clienta. Le cuento a Lisbeth lo que necesita, ella es maestra, puede ayudarnos a encontrar algo educativo acorde a las edades, además de bonito y divertido.

Finalmente se decide y se va contenta con sus cotillones seleccionados, paga y queda en venir a buscarlos la mañana siguiente. Quedamos Lisbeth y yo. Siempre la misma sensación, la tienda repleta y siento que podría haber pedido más de esto, algo de aquello, podría haber tenido un aire portátil, ofrecerle un té. La mente no para de pensar en “podrìas”, pero en realidad, podría no haber hecho nada y seguir trabajando para alguien, con un sueldo seguro, un escritorio ordenado y mi computadora último modelo. Crea y Comparte no existiría, al menos no mi Crea y Comparte, es una tienda preciosa, es mi proyecto, es única porque cada día se me ocurre o deja de ocurrir a mí.

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